19/5/09


QUE NO SE ME ACOSTUMBRE EL CORAZÓN

Que no se me acostumbre, Señor, el corazón
a ver personas sufriendo en situación injusta.
Que no vea normal tropezarme todos los días
con hombres y mujeres desplazados,
sin casa, sin techo.
Que me sorprenda cada día
de este mundo que nos hemos montado
en el que unos tenemos de todo
y a otros les falta también todo.

Que no se me acostumbre el corazón
a la mirada triste y perdida,
al olor denigrante del alcohol,
al gesto caído y desanimado,
a la palabra soez o socarrona,
a las pocas ganas de vivir,
a cualquier deterioro del hermano,
que es su grito desde la cuneta de la vida.

Que no se me acostumbre el corazón, Señor,
a ver como normal al recién llegado
que cruza el mar para buscar trabajo,
al que se ha quedado sin familia o sin misión
y mañana no encontrará salida a su problema.

Que no se me acostumbre el corazón
al que llegue a un albergue, de puntillas,
y nunca ha vivido una experiencia igual
y se siente humillado en una fila,
y le avergüenza la situación en que se encuentra
y se le caen las lágrimas al entrar en la habitación.

Que no se me acostumbre el corazón, Señor,
al ver al hermano muy pesado,
pues con el alcohol hoy se ha ido la mano
y encima se le ha olvidado lavarse,
y llega al albergue tarde
y está gritón y borde sin parar.
Sólo Tú sabes qué le puede pasar...

Que no se me acostumbre el corazón
a volver a mi casa un poco tarde,
a tener la nevera bien llena,
los armarios en que no cabe una prenda,
y los míos esperándome con cariño
para cenar en una casa bien caliente,
y al teléfono llamándome un montón de gente
mientras mañana me espera mi trabajo.

Que no se me acostumbre el corazón, Señor,
a creer que me quieres como a ellos,
pues seguro que ellos son tus preferidos
y por eso me has puesto en la acogida,
para dar yo contigo la bienvenida
y que se sientan a gusto entre nosotros.

Pon ternura, Señor, en mi mirada;
pon caricia en mi mano que saluda;
pon misericordia en mi mente que hace juicios;
pon sabiduría en mi lenguaje;
pon escucha en mis oídos que reciben.
Hazme anfitriona del hogar del Padre,
donde vienen a descansar cuerpos cansados
de esta vida que tan mal hemos montado.

Que no se me acostumbre el corazón, Padre,
al dolor del hermano en la cuneta.
Que sepa por qué está hecho la puñeta,
que acaricie la historia con ternura
y se produzca un encuentro de dos hijos,
que en un trozo del camino
se dignifican mutuamente
y se alegran y se descansan la vida.

Ayerra, Mary P.

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Un Lindo Lugarr.....

Un Lindo Lugarr.....
MMM OJALÁ FUERA DE VERDAD.....

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